Esta serie nació con el propósito de crear un registro formal preciso, donde la fotografía documentara los Ikebanas. Al realizar las tomas, mi atención se centró progresivamente en la disposición del arreglo dentro del rectángulo visual y en su diálogo con el espacio circundante. Introduje el soporte de madera como un elemento nuevo que acentuara la austeridad de la composición. A diferencia de la etapa anterior, la elección de los elementos vegetales no fue fruto del azar ni un intento de prolongar la vida de las podas. Esta vez fue una búsqueda deliberada. Mis recorridos por calles, plazas, playa y terrenos baldíos se transformaron en una especie de peregrinación, donde mi ojo, mi mente y mi espíritu se enfocaban, se afinaban y silenciaban. Ya no observaba solo lo vegetal en sí mismo, sino también sus infinitas formas de crecer en libertad, adaptándose y desplegándose según las condiciones del entorno: formas retorcidas, enredadas, y alianzas inesperadas renovaron mi mirada. En el taller, con mayor intencionalidad, los yuyos se integraron en armonía con las ornamentales. En una de las sesiones, la luz exterior se coló por accidente creando sombras que añadieron una profundidad inesperada. Me di cuenta que mis imágenes carecían de volumen, de una capa adicional que diera mayor cuerpo a la composición. Esta aparición fortuita me ofreció una nueva perspectiva, un elemento adicional que enriqueció el proceso, y fue este descubrimiento lo que abrió el camino hacia la siguiente serie: Durmiente.